domingo, 3 de mayo de 2015

¡Mira! una mujer nos sigue



¡Mira! una mujer nos sigue


De pronto, tomé en cuenta que  caminaba  en las calles pintorescas  de un pueblo desconocido, no se a donde iba ni de dónde venía, había colores traducidos en jardines y parques con ramas florecidas, veredas con radiantes perfumadas flores y huellas de zapatos humedecidos. Ungía  el ambiente  una tenue neblina azulada y brillante, emergiendo desde el suelo y elevándose a las nubes.

La gente presurosa y despreocupada semejaba como manchas coloridas en agitación, respirando transparentes moléculas de oxigeno purificado, se movían en todas las direcciones.

Un amigo tras de mí, del cual no percibo su nombre  en  mi memoria, me dijo:

 ¡Mira! una mujer nos sigue y nos ha observado  todo este tiempo, mis ojos buscaron esa imagen y he ahí,  en el otro extremo de la calle la figura de aquella mujer enigmática, lucía hermosa y radiante, tenía la apariencia de un ser celestial y su vestimenta destacaba con colores divinos, parecía más que una princesa, parecía más que una reina, realmente parecía una virgen sagrada…

Se estremeció todo mi ser, esa mujer era mi madre, mi madre fallecida hace 20 años.

La luz del sol entró en ebullición con millones de colores, trinaron aves milagrosas, danzaron flores a causa de una brisa sutil y vivificante, sentí la magia misteriosa de un poder supremo…

No dije ni dijo una sola palabra, únicamente  se acercó y puso tiernamente joyas de oro entre mis manos.
Desperté con mi rostro humedecido por una tempestad interna, una lluvia inexplicable que cobró vida dentro de mi corazón mientras dormía…

Y luego  buscó escaparse  por mis ojos.


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