martes, 30 de junio de 2015

El Amor del Papa Francisco

Martes 19 de Marzo del 2013

El Amor del Papa Francisco




¡Dios santo!... Mira cuanta humildad, mira cuanta ternura, mira simplemente el  amor… Aquella mañana cálida y brillante, Su santidad Francisco, Ante los ojos de los fieles parecía un ángel.

Millares de corazones vibraron en mística emoción, el viento pareció  tomarlo sutil y velozmente, para impulsar sus propios pasos hacia aquel creyente que con ojos resplandecientes  de emoción, fe y esperanza,  recibiera la bendición apostólica.

Si, en ese preciso instante que se volvió sublime, realmente esa figura luminosa del santo Padre, pareció agigantarse… el blanco de su vestimenta reflejó con mayor intensidad la luz del sol… El mundo vio su presuroso andar y el rostro de un pontífice adornado con una dulcísima  sonrisa… Fue acercándose para besar en la frente a aquel ´prójimo´ que sostenido  en brazos de un familiar, le miró con unos  ojos  que refulgían de paz  y espiritualidad, se percibió como si el cielo se tornara  más límpido y el ambiente se investía  de espiritualidad, amor y magia de la Divinidad.

Cualquier corazón sensible y religioso podrá decir que en ese instante hubo una inmensa correlación, como si mirásemos  un acto de nuestro señor Jesucristo impartiendo sanación…

Pensemos  pues que más allá de la diversidad de creencias religiosas, las blasfemias o herejías, sabemos que los Papas continúan la labor de Jesús mediante el divino encargo del santo evangelio y  las llaves del Cielo a su apóstol San Pedro.

A propósito de este hecho, en la plaza de San Pedro, reflexionemos también un momento sobre circunstancias en este nuestro planeta pincelado con la magia divina de impredecibles colores, cada cual somos uno más en esta creciente multitud de almas que evolucionamos respirando bajo esta misma atmósfera

Meditemos sobre el aire que acabamos de exhalar en este instante, es el mismo que entró y salió de los pulmones de quienes nos rodean, no importa si es blanco, negro, rubio, cholo, rico, pobre, enfermo, sano, un perro o un gato…
Qué ironía porque algunos por  ¨asepsia¨ tienen pánico estrechar la mano de un menesteroso, una persona humilde o peor una persona enferma.
Su Santidad Francisco, abandonó la ¨seguridad ¨ que le brindaba el vehículo y simplemente bajó…  bajó para  abrazar, besar y bendecir a un necesitado, al más necesitado circunstancialmente de ese instante, aquel que no podía caminar… aquel que no podía físicamente acercársele… Parece simplemente que su mente y corazón conjugaron una acción, la acción magnánima de ese sentimiento divino, que tiene el poder maravilloso  de convertirse en la fuerza más poderosa del mundo: Amor

Una aureola luminosa, nubes resplandecientes y una  sensación de magia espiritual  en el alma de cada uno de los creyentes allí en la plaza de san Pedro… parecía que  aquel lugar sagrado, se llenó de un silencio donde sólo se escuchaba el latir de corazones llenos de fe y esperanza, de ojos emocionados, de rostros felices y espíritus Cristianos.

La mayor necesidad del mundo es amor, esta prédica encierra todo cuanto el hombre requiere para convivir en paz, en armonía, en justicia…  que maravilloso será nuestro planeta cuando todos podamos sonreír felices, cuando todos nos sintamos homogeneizados en armonía, llenos de bondad, de afecto de sinceridad… Un mundo donde todos digamos eres mi amigo, eres mi hermano, cuidaré de ti, pediré al señor para que nos tenga  siempre iluminados con su infinita luz de protección y Divinidad.

Unamos nuestras plegarias  e imploremos  al supremo creador para que Guíe a su Santidad Francisco, lo sigamos teniendo como a un guía espiritual, un ejemplo a seguir, un padre a respetar, un amigo en quien confiar, un hermano en quien apoyarnos…  Un Santo Apóstol del Señor, que interceda ante el creador por el perdón de nuestros errores… nuestras blasfemias…  Nuestros pecados ¡



Que Renazca la Fe

sábado, 6 de junio de 2015

Color de Nostalgia







Ese raro callejón empedrado….Tenía color de nostalgia…olor a tierra mojada, a lluvia, a hierbas. Tenía lágrimas invisibles y un silencio como de alegrías escondidas…cosa rara y extraña, aún no entiendo cómo es que yo podía  percibir todo esto.

Ah…es que te llenaba de angustia la soledad y  el frío agudo del ambiente, había cierto reflejo en las piedras humedecidas… y en  los colores brillantes de inquietas mariposas que volaban despreocupadas, los rayos del sol podían verse filtrándose en la niebla helada.

Todo un contraste mágico…llegaba el  murmullo suave de algún riachuelo cercano, quizá  el fondo musical  para  éste melancólico y místico paisaje, que impresionaba la vista para luego adentrarse y conjugarse en el alma, como retablos ejecutados por las manos de un exquisito artista.

Caminando mas al fondo, efectivamente estaba un riachuelo de aguas agitadas y ruidosas, también había un improvisado puente de madera, por el cual seguramente pasaban madrugadores caminantes, cada cual con un predestinado rumbo.

El callejón de piedras moría al llegar al río, el puente era la frontera donde nacía  un incierto camino   de herradura, un sendero sinuoso y escarpado, bordeado de vegetación olorosa, donde aves danzarinas revoloteaban  entre ramajes de hojas verdes y amarillas.
Y arriba, aquellas montañas inmensas y azuladas, besando el cielo, con su aura de neblina  misteriosa, donde el arco iris ostentaba sus colores…

Y en una pequeña y verde planicie entre las laderas, una gran casa de madera cobijada por inmensos árboles, semejaba un libro de historias encantadas, grandes tablones formando un robusto balcón, que más bien parecía  un típico corredor rodeando puertas y ventanas.

Llamaba la atención el humo multiforme escapando hacia las alturas desde el techo.  Una jauría de perros bravucones ladraban inquietos, gallinas cloqueaban temerosas, mientras varios borricos de mirada triste, parecían simplemente que escuchaban con serenidad y mansedumbre.
La pintoresca casa irradiaba calor entre la fría bruma  y se percibía el fuego de una cálida fogata en su interior.

 El patio lucía colorido, con naranjos cuyos frutos estaban al alcance de la mano, bananos verdes y dorados, destacaban en un conglomerado vegetal un tanto aislado, infinidad de hierbas aromáticas, maizales, y grandes sementeras de fréjoles, eran parte del paisaje típico del lugar.

Yo tenía 13 años de edad, y al llegar entusiasmado grité con el pensamiento:

He ahí, la casa de mi tía Angelina ¡!