Con siglos de anticipación, los profetas habían anunciado la
llegada de un mesías, un mediador entre Dios y los hombres, anunciaban lo que
hoy celebramos como Navidad.
La navidad da inicio a este
gran misterio, donde Pareciera como que si la Divinidad quisiera sentir por
experiencia propia todas las vivencias de la condición y sentimiento humano, el
dolor, el hambre, el frio, el calor, el amor, la fraternidad, la traición, la
maldad, las lágrimas, la felicidad y el extremo increíble de llegar a morir con
la naturaleza humana.
Moisés hablaba cara a
cara con el creador, fue también mediador
entre aquel pueblo elegido por la gracia
divina de Jehová y conducirles por cuarenta años.
Recibió de parte del mismísimo Supremo Creador Jehová, la
ley tallada con fuego sobre piedras, tan cierto e igualmente así, cientos de
años después el profeta Isaías proclamaría el advenimiento de un nuevo mediador, un
redentor, un salvador: Jesús.
Ciertamente el día profético tenía que llegar y es así que aquel divino día, Gabriel el enviado celestial
se apareció a una joven en la tierra y expresó: Dios te salve María, llena eres de
gracia, el señor es contigo, concebirás un hijo al cual pondrás por nombre
Jesús, el será grande y será llamado hijo del altísimo.
Ella respondió: He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Nazaret, una población en la región de Galilea a diez
kilómetros del monte tabor realmente resplandeció con esta anunciación del ángel Gabriel a la santísima
virgen María.
Aconteció después que María acudió a visitar a su prima
Isabel que se encontraba con seis meses de embarazo y he aquí la gran maravilla
que ocurrió; se estremeció la criatura en el vientre de Isabel al escuchar el
saludo de María, e Isabel quedo llena del espíritu santo, pero es que
ciertamente quien estaba en el vientre de Isabel era quien posteriormente seria
conocido como Juan el Bautista y proclamaría que vendría uno más poderoso que él.
Yo os bautizo con
agua, pero vendrá uno quien los bautizara con espíritu santo y fuego,
refiriéndose a nuestro señor Jesucristo.
Y fue maravillosamente él mismo, quien bautizaría a Jesús en
el Jordán.
Ya estaba escrito, las palabras de los profetas tenían que
cumplirse, Jesús nacería en Belén, María en avanzado estado de embarazo, junto
a José emprendieron una muy difícil y gigantesca caminata, mas de cien
kilómetros de senderos inhóspitos que separaban Nazaret de Belén.
En una época en que
los viajes eran a pie o a lomo de mula, nada los detendría, eran quizá más de
ocho días de travesía, pero la fe y fortaleza de la que estaban investidos les
darían las energías y entereza necesarias para arribar a su destino a tiempo.
Seguramente aquella bendita noche el cielo de Belén
resplandecía de un color maravilloso, una estrella poderosa refulgía como
ninguna otra, su destello celestial señalaba exacto el lugar del nacimiento del
Mesías, desde oriente siguiendo esta luz, ya venían los sabios a adorarle, oro, incienso y mirra eran sus
regalos.
De pronto un ángel se presento a los pastores circundantes
de Belén, no teman, pues hoy les ha nacido un salvador les dijo, hallareis al
niño en un pesebre envuelto en pañales y aconteció que en ese mismo instante se
aparecieron toda una pléyade de ángeles celestiales
que alababan al Creador mientras decían: Gloria a Dios en las alturas y paz en
la tierra a los hombres de buena voluntad.
Jesús había nacido, era Navidad.